Fat man, es el nombre con el que identificaban la bomba nuclear que fue detonada el 9 de agosto de 1945 en Nagasaki.
"Hombre gordo", esa es su traducción. Yo creo que quienes le pusieron el nombre, no eran capaces de comprender o de saber o de conocer, las consecuencias que este "hombre gordo" tendría.
El horror se hizo realidad, el infierno llegó a la tierra.
Ayer, escuchaba a un jesuita hablar de un amigo superviviente de este acontecimiento. Contaba que su amigo a partir del día siguiente al bombardeo y ayudado por otros supervivientes, se empeñaron en rescatar la campana de la catedral de Nagasaki. No me he confundido, una catedral en Japón... la única, y que esta campana sigue sonando a diario en Nagasaki.
Prácticamente esta catedral fue el epicentro de la bomba y quedó arrasada hasta sus cimientos. Algo se salvó además de la campana, una talla de la Virgen María, ahora conocida como la Virgen Bombardeada y hay quien a este detalle lo considera un milagro.
Nadie sabía lo que pasaría después. 75.000 personas fallecieron como consecuencia de la explosión y 10.000 mas antes de que finalizara el año como consecuencia de la misma.
Aún hoy se tienen consecuencias, casos de leucemia y otras variedades de cánceres. Aunque los paisajes ya se han recuperado, con las cicatrices que merece conservar (para no olvidar y que no vuelva a suceder), todavía hoy aparecen los restos de la exposición a la energía nuclear, en el cuerpo de los SERES HUMANOS.
Tan solo quería eso, recordar ... para no olvidar ... y que no vuelva a suceder.
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